jueves, 26 de febrero de 2009

Ladrones de verbos (ejercicio)

Y digo susurro, y ellos se quedan petrificados, con los ojos abiertos como faros, maravillados, y dicen qué y se miran y me miran, y dejan de pegarme por primera vez desde hace días, claro, por fin he comprendido que eso era lo que querían, que yo diga algo, mis palabras, que yo me de por vencido y les entregue mis palabras, las que tú me enseñaste, y comprendo, consigo juntar dos neuronas y me oigo decir susurro otra vez, porque no aguanto más, lo siento, no aguanto más, el metal de las correas clavándose en las muñecas y en los tobillos, el nauseabundo olor a orín y heces… se pierde todo raciocinio cuando se dejan de sentir los golpes, tras las veinte primeras patadas en la cabeza, y el electrodo en los machos, susurro, repito, y al decirlo es como si un dique se reventase, y sin que ya yo lo domine surgen las demás, roce, espuma, orilla, risa, invitándome como peldaños de una escalera, y subo, lo que dura un instante, un fugaz parpadeo, hasta la mañana que nos conocimos, y, entonces,

susurro tu voz, que permanece como el roce de la espuma sobre una orilla, y tu risa que contagia, etérea como un beso de luz. Te estremeciste de rubor -como las alas de una mariposa- ante aquélla caricia, suave y bella, y después, después la plenitud de una paz que aún en el recuerdo es una fiesta, música de seda, cálida como una fruta madura que nunca ha de caer. Olas, olas que flotan de mi fuente a tu boca, y cerezas como cuerpo desnudos, con los ojos cerrados como si fuera un baño…
Y juegas. Juegas a correr y saltar, hasta que el sol te abraza en su compartir y amas, de tu infancia, los sueños y el olvido. Y de aquella párvula placidez, azul celeste, los colores del bienestar, una vida sin preguntas y sin peros


pero ya volvieron los peros y los palos, los correazos, los cortes en la cara, un charco de sangre, y la corriente que te retuerce por dentro, como si la electricidad corriera por tus venas, como si cada átomo de tu cuerpo quisiera liberarse, y encima sus risas… se ríen, aúllan, gruñen, chillan mientras me siguen pegando, por rojo, maricón, cobarde, pero sobre todo por poeta, y escupen sobre mis palabras, sobre los únicos secretos que aún poseo y que ellos desconocen, ávidos de escucharlas de nuevo y de llevárselas consigo, ladrones de verbos, de nombres y adjetivos, qué haréis con ellos, qué haréis con ellos si no sabéis lo que significan, ni sabréis pronunciarlas, de qué os servirán en vuestro siglo de tinieblas y silencios…

1 comentario:

La moreneta dijo...

Alfonso, esto es digno de rapearlo.
Sigue despeinándonos así!