martes, 31 de marzo de 2009

Allegro mà non troppo (ejercicio estilística)















Recuerdo que mi primer LP fue un doble en directo de la banda Deep Purple que me regaló mi madre a los 15 años: “Made in Japan”. Por aquel entonces la música era para mí un ritual de iniciación, casi de liberación. Sacar un vinilo de su funda y disponerlo sobre el plato; darle al “on” del tocadiscos y situar la aguja en el primer surco para tener tiempo de ir a estirarte antes de que sonase el primer acorde… era algo cercano a la droga. A los 18 disponía ya de una buena colección del “Popular 1” y de “Vibraciones”, las dos revistas de música del país, y alardeaba de conocerme el nombre de todos los componentes de todos los grupos del momento. Incluso aprendí a tocar la guitarra para formar un grupo que no prosperó.

Hoy en día he de confesar que a penas escucho música. Tengo algunos mp3 en el portátil, pero más para utilizarlos en los vídeos que para otra cosa. Y es que hace tiempo que me di cuenta de que la música me distrae en exceso; no puedo leer, ni estudiar, editar ni concentrarme con ella. Puedo escuchar dos o tres canciones seguidas, si, pero luego no recuerdo más y me distraigo: se convierte entonces en un rumor, un sonido de fondo que transforma cualquier escena en ficción, en publicidad. Por eso nunca he soportado la radio, refugio de los que no tienen nada en que pensar; ni comer con la tele o la cadena puesta. Siento que me altera la digestión. En cambio me encanta tocar la guitarra, y nunca pierdo ocasión de improvisar cuando me cruzo con otros músicos. Será que disfruto más haciéndola que consumiéndola.

Un buen lugar para escuchar música es el coche: ahí si que no me importa, e incluso disfruto con ella. Tengo casetes de Bob Marley, de Um Kalthoum y de grupos de Malí. La música de Malí es la mejor; es increíble como un país tan extremadamente mísero como éste puede generar tal capacidad creativa y expresiva. Me encanta la música de Malí, y en especial el sonido de la Cora, el instrumento de los trobadores (en Africa son casi deidades) tradicionales, compuesto por una calabaza y multitud de cuerda hechas con tripas de cabra, supongo.

Recientemente he descubierto el Poisoned, un programa para descargar música en la red. Me he bajado música de la que escuchaba en mi juventud: Patti Smith, Lou Reed, Bowie y los Stones. Debe ser la crisis (la mía propia) de los 40, que se me ha retrasado unos años…. A veces, por las mañanas sobretodo, me fuerzo a escucharla para entrar en sintonía con lo que me rodea (el asfalto en esta fase de mi vida). Rock y asfalto van de la mano. Y también la enfermedad, como atestiguan los experimentos realizados con agua y música por el Doctor Masaru Emoto.

La verdad es que me gusta todo. Bach, Ornella Vanoni, Chabuca Granda, Leonard Cohen, Alicia Keys, Eric Satie, la música afro-peruana, la mala Rodríguez, Frank Sinatra, el tango, Miss Dynamite… y si tuviera que escoger un solo disco para llevar a una isla desierta me costaría mucho decidirme. Mejor me llevaba una armónica.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

vale,vale
yo en cambio consumo música sin límite, sin miedo a obturaciones,depredandola
por cierto... que te pareció el cd de Damon Albarn??
A mí me parece riquísimo!

alf dijo...

pues la verdad no he llegado a poder saborearlo. De hecho ahora mismo me pregunto donde está... voy a buscarlo.
un beso