Las Fauces
El tiempo, mi tiempo,
se estira como u n c h i c l e,
pendiente de tu boca y de sus hijas.
Ante mi se extiende liviana
la eternidad, como una alfombra,
y yo me inclino hasta que mi frente besa el suelo
y orando te llamo.
¡Qué no daría por estar ya al otro lado del puente!
Mas el destino gusta de la trama
Y de marcar sus propios ritmos;
Se demora en los argumentos
En los decorados, en los diálogos,
Y a veces hasta abusa de los silencios.
Soy prisionero ahora de su tictac
Atado al insomnio con sus caprichosas cadenas.
Y todo podría convertirse en excusa
Para acabar
Como acaba la mariposa en la telaraña.